jueves, 17 de abril de 2014

La gran estafa (y no hablo de la película)

Queridos lectores y lectoras... hoy vengo a contaros una nueva historia!

Cuando una persona se decide a viajar a París tiene que informarse sobre todos esos pequeños trucos que hay por las calles, todas las "malas gentes" que intentan sacarte el dinero como sea, vamos, que hay que ir con ochenta ojo para que no te roben, asalten o estafen. Para quien no sepa esto, le dejo unas simples instrucciones, simples que sirven para la mayoría de los casos:

Cuidado con las famosas "rumanas que quieren que les eches una firmita"


Si se te acerca una chiquilla/o para que le firmes para una asociación de sordomudos, no pierdas tu tiempo, sólo quiere tu dinero y con tu firma de chantajeará. El papel terminará en alguna basura y esa asociación evidentemente, ni existe. Lo mismo pasa con los vendedores de rosas, torres eiffeles, los que hacel el juego de los trileros...saben que eres turista y ellos no son carajotes, así que aprovecharán a la mínima.
De todas formas sé que tengo unos lectores muy inteligentes que ya sabían que hay que tener cuidado con estas cosas, y como dice la vocecilla del metro: ¡Cuidado, los carteristas pueden estar en su vagón!

Lo que yo no sabía es que a mí, tan pendiente que estoy siempre de todo, me iban a estafar de una forma tan tonta... os explico, la gran estafa ha consistido en... pagar para entrar en el "Palacio de Tokio".

La furia que me inunda cada vez que me acuerdo 

La otra noche, como buenas chicas cultivadas decidimos ir a visitar el famoso "Palais de Tokio" que está cerca de mi casa y que abre hasta las 12 de la noche. No teníamos mucha idea de qué había dentro, pero varias personas nos habían hablado bien de él y bueno, ¿por qué no?

Al llegar a la entrada y billetería vimos que la entrada era (para estudiantes) de 8 euros. Esto no es muy normal, ya que París tiene una oferta cultural enorme que en la mayoría de los casos es gratuita o muy barata para los jóvenes). El chico de la billetería nos dijo que teníamos una suerte enorme porque esa noche había más muestras que en un día normal y que podríamos disfrutar de las diferentes exposiciones. Nosotras, muy contentas, entramos...

Eso fue en el sentido más estricto de la palabra, una estafa. No quiero criticar el arte moderno porque cada uno entiende las cosas como quiere, pero en ese palacio había exactamente una sala con pantallas y una sala con una especie de esculturas hechas de jaulas viejas de pájaros y maniquíes embarazados. Sí queridos, dos exposiciones, mucho espacio vacío y lo único bonito, una alfombra pintada con grafitis. 

El palacio cuenta con tres plantas así que nos dijimos que en alguna de las plantas se encontrarían esas muestras maravillosas de las que el taquillero nos había hablado de la que "con tanta suerte" podríamos disfrutar esa noche. Fue así como llegamos a una de las plantas del sótano donde había un grupo de personas alrededor de un pianista. 


Ese señor estaba tocando piezas vanguardistas y llevaba 7 horas tocando el piano porque estaba en una maratón. Como eran piezas vanguardistas no sólo tocaba el piano señores! Además cada cierto tiempo dejaba de tocar las teclas para darle porrazos a las tapas (al compás, por supuesto), cosa que me dejó estupefacta. 


Lo único era que si el pianista era un poco raro, el público ya... ¿Sabéis esa sensación de llegar a un lugar y que todo el mundo se quede mirando fijamente? Pues eso.



Una señora vestida entera de amarillo, dos o tres que hacían un picnic, una chica vestida con un corsé de época, una mujer con un vestido roto y como culmen, un señor que se rascaba la cabeza, aplaudía a destiempo y te echaba unas broncas increíbles cada vez que hacías el mínimo ruido. 

El señor haciéndonos señales para que nos callásemos

Lo peor fue que después de tres cuartos de hora escuchando al pianista esperando que terminara su gran maratón, una chica llegó y dijo que lo sentía mucho pero que el palacio tenía que cerrar y que la maratón se tenía que terminar ahí. La gente empezó a abuchear y cuando ya vieron que no había más remedio, se lanzaron en aplausos y vítores al pianista. En ese momento ya empecé a barajar la posibilidad de encontrarme delante de una celebridad de la música sin haberme dado cuenta (no, no lo era). 

Nos dirigimos a la última planta que estaba, básicamente, vacía menos una sala en la que había muros cubiertos con bolsas de basura y una pantalla donde se veía un riachuelo. Ya está. El resto de la planta estaba lleno de cemento y materiales de construcción, y claro, ya en ese punto yo no sabía si eso era arte... o que estaban de obras.

Ya en la salida, tuve la impresión de que los guardias de seguridad y los de la taquilla nos miraban riéndose de nosotras, pensando por dentro "las gachís estas, se lo han tragado, y han pagado"...

Victoria mandándoles miradas asesinas 
como único recurso ante su indignación

Y esa es la gran historia de cómo fui 8 euros más pobre y gané un cabreo considerable (y vi a un señor aporreando un piano).

Por lo demás, esta semana estoy de "vacaciones" porque no tengo clase pero tengo un montón de trabajos y de cosas que estudiar.
Victoria intentando tranquilizarse cuando el trabajo se acumula

Hoy he terminado después de 4 días intensos, un trabajo sobre (atención) la distinción parasinonimica entre los verbos "prendre, saisir y attraper" que serían "coger, agarrar y atrapar". No sé pa qué narices hago estas cosas, pero bueno, tampoco sé para qué hacía raíces cuadradas en bachillerato... algún día podré echarme el pegote hablando de la distinción entre sinónimos franceses, oigan, nunca se sabe! 

Buenas noches y hasta la próxima!