Seguro que a mí me saldría igual
y a usar... ¡el arma del diablo! Una serie de hojas extrañas, dobles, parecidas a las que nos dan en los exámenes de selectividad.
Fui consciente de este maravilloso pero terrible fenómeno gracias a mi querida Alexia, que creo que se ha recorrido todas las papelerías de Cádiz (y más allá) buscando tan preciadas hojas (que por supuesto, no existían, aquí somos más de papel de estraza para el pescaíto frito).
De todas formas, esta es una información que guardé en mi cerebro y que, mira por donde, resurgió cuando al llegar a la Sorbona me di cuenta de que todo el mundo tenía esas dichosas hojas! Sin exagerar, parece que las regalan con las pipas... un momento, tengo que añadir una explicación: En Francia no hay barracas. No, NO HAY BARRACAS....
Todo español que se precie, come pipas
Por consecuente, alrededor de los bancos... ¡no hay cáscaras de pipas! En su lugar hay baguettes de pan.
Bueno, esta teoría está aún por verificar.
Como iba diciendo (me enrollo más que una persiana), este tipo de hojas es muy común. Hasta aquí bien.
¡Problema!
Me han mandado mi primera tarea sorbonil y Victoria, dispuesta a darlo todo, abre el documento y...¡sorpresa! no había quién entendiera las normas de formato de entrega.
Victoria leyendo las indicaciones
Menos mal que en este mundo existe un diccionario Francés-Gaditano en forma de chavala guapísima de la muerte, llamada Alexia (sí, es la misma de antes), que me indica que lo que me pide la profesora son esas famosas hojas de las que os he hablado.
Una Victoria llena de energía y felicidad se encamina a Gilbert Joseph, la librería más famosa de París, en búsqueda de UNA hoja doble para su trabajo.
Ja, ja, ja
Creía que sería fácil
Bendita inocencia.
No, no es tan sencillo queridos lectores, es más, estoy bastante segura de que si reviso la lista de másters de la Sorbona, encuentro ofertado el máster de Cómo Comprar Hojas Dobles.
Las hay de cuadros, de cuadros grandes, pequeños, minúsculos, de rayas, de rayas mezcladas con cuadros, blancas, con más margen, con menos margen, con una raya roja o con una raya azul, perforadas o no perforadas, en paquetes de 100, de 200, de 300 o de 600...
Victoria pasó 30 minutos delante de la estantería de las hojas, mirando paquetes sin saber qué hacer, con cara de confusión... yo que pensaba comprar UNA hoja y no sé cómo salí de la librería con un paquete de 300 y una pluma (sí, ya que estamos me hago francesa al 100%).
Y esa es la gran historia del papel francés.
Pero no todo son quejas, ¡qué va! Del resto de la semana también hay cosas que contar, por fin el mundo parisino se abre y empiezo a tener gente con la que charlar y comer. Además, este lunes decidí confiar en el ser humano y fui a una cita a ciegas.
No, no era ese tipo de cita
Lo que en verdad hice fue ir a un concierto de música barroca que una chica erasmus de la Sorbona había anunciado en Facebook. Y no, no estuvo nada mal, además conocí a un italiano, señal de que París empieza a mostrarme la cantidad de personas simpáticas te puedes encontrar con las que charlar un rato entre tanto caos.
Además esta semana ha sido la Fiesta del Cordero, y Carmen y yo nos estamos planteando seriamente cambiarnos de religión después de haber probado los dulces marroquíes de Iman y Mariem (aunque probablemente termináramos con grandes problemas de diabetes).
Además ya me ha llegado la tarjeta de sim por la que pago 2 euros al mes y tengo 2 horas de llamadas y sms ilimitados.
Hay que amortizar los sms gratis,
así que todo momento es bueno
Siempre con amor, y con más frío que qué,
Victoria
P.D.: Mamá, tráeme jamón serrano, por Dió