lunes, 27 de enero de 2014

Venecia, patria queridaaaa

Queridos lectores y lectoras, hoy vengo para contaros.... ¡las mini-vacaciones en Venecia!

Dicen que quien tiene un tío en Graná, ni tiene tío ni tiene ná... pues bien, yo tengo una tía en Venecia, más conocida como "La Ana Medina-Willifog" que un día cogió las maletas y tiró para Italia para terminar casándose con "el Giampi", un italiano muy buena gente que tiene un reducido vocabulario español ("picha" y "joé qué caló"). No, ahora sin bromas, toda la familia sabemos que en realidad dentro de nada saldrás hablando español mejor que ninguno.

Hace unos meses, buscando gangas por Raynnair (siempre siguiendo el camino Quetiano) encontré un vuelo ida y vuelta por 49,99 París-Venecia y vi la perfecta oportunidad para hacerle una visita a mi tía.

Victoria cuando vio el precio de los vuelos

Aunque hace muchos meses de eso, llegó por fin el 19 de enero, día en que una Pepis cogió su maleta y tiró para el aeropuerto de Paris-Bouvais. Pero Pepis no iba sola, ¡qué va! ¡Pepis se llevaba a Juana! Bueno, no se llama Juana, sino más bien Carmen, otra gaditana que ya conoceréis de fotos, experiencias y situaciones vividas en París. (Recuerden, fue ella con la que fui a ver la exposición donde se hacía una alegoría al miembro masculino).

Así pues, el 19 de enero corrí a la habitación de Carmen para despertarla como se merecía.... con la presentación de La Sereníssima de Juan Carlos Aragón.

Oh donna mia veneziana...!

El viaje hacia el aeropuerto y el avión fueron bastante tranquilos, casi no parecía que íbamos con Raynair... hasta que el avión aterrizó y la gente comenzó a aplaudir... sí, habíamos llegado a Italia.
Pero no fue sólo eso, en el avión se escucharon cornetas (sí, CORNETAS) y el piloto dijo Bienvenuti a Venezia.... Sí, habíamos volado con Raynair.



 Nos recibieron Ana, Giampi y Stefi y fuimos a cenar a casa. Cenar... cuando estás de erasmus, la palabra cenar tiene una connotación diferente, más bien un significado diferente, aquello era CENAR... ¡con un puchero de verdad!! Nos faltó llorar de felicidad.

Carmen me había pedido algo muy simple "Victoria, yo quiero andar por Venecia, perderme y pasear".
Po' toma paseo, al día siguiente, 7:45 de la mañana, ya estábamos en las calles de Venecia, y no paramos de andar hasta las cuatro de la tarde.

 Carmen cuando se dio cuenta de lo que había pedido

Ese día visitamos San Marcos, el puente Rialto (tres veces cada uno), diferentes iglesias y desayunamos tres veces. Qué dura es la vida de turista.

El segundo día veneciano también lo empezamos despertándonos a las 6:25 de la mañana (horario bonito donde los haya) y fuimos a ver la Academia, (a la que entramos gratis por ser las primeras en llegar. Ocho y cuarto de la mañana, el vigilante dijo, "estas pobres no están muy bien del coco, mejor las dejamos pasar gratis"). 
También visitamos el Palacio Ducal, la Biblioteca Nacional Marciana (donde como podéis imaginar visitamos una interesante exposición sobre marcianos, E.T.E. y demás ovnis volantes), el Museo Arqueológico y el Museo Correr.

Os preguntaréis por qué hay un museo que se llama Correr. 
Yo lo sé.

Pero antes de contaros por qué se llama Correr, os voy a hacer una pregunta muy simple... ¿qué es lo mejor que puede pasarte en Venecia?

¡Encontrarte a tu ex-novio!


Sino, que se lo digan a Carmen. Querida Carmen, no lo cuento con maldad, lo cuento porque fue ahí, en ese preciso instante cuando el nombre de Museo Correr, se hizo realidad en el sentido más estricto de la palabra, ya que la carrera en pelo que cogimos, no fue normal. 

Carmen y yo huyendo a la par que nos preguntábamos 
cómo narices podía haberse dado una casualidad así

 Esa noche cenamos con todos los primos de mi prima, la familia Bertolini al completo, y no sé yo si por el abuso de la cerveza, o el cazone napolitano, mi tía y Carmen se echaron más de una risa juntas. (Sí, esa risa de la Ana que termina siendo el centro del restaurante entero). 

Nuestro tercer día, lo dedicamos a ver las islas venecianas cogiendo el vaporeto, como señoras. Descubrimos así las maravillosas islas de Murano, Burano y Torcello. Bueno, esta última merece una mención especial, porque básicamente en esa isla sólo había una iglesia, tres bares...y un señor vendiendo máscaras.

La visita a Torcello nos trajo unas dudas existenciales: 
¿Qué le pasará por la cabeza a un señor que se plantea vender máscaras en Torcello?
¿Torcello se considera qué, aldea, pueblo... isla fantasma?
¿Nacen niños en Torcello?
¿Entra realmente alguien en el Museo de Torcello?
¿Para qué necesitaban un museo?
¿Qué tipo de maldad lleva al encargado de la Iglesia de Torcello a poner la entrada de la iglesia a cinco euros?
Peor aún, ¿qué tipo de maldad lleva a la gente de Torcello (a la poca que hay) a cobrar por ir al baño UN EURO Y CINCUENTA CÉNTIMOS. ¡Para hacer pipí! Señores y señoras habitantes de Torcello, estáis incitando que los turistas vayan a hacer pipí a un canal, y lo sabéis.

En fin, creo que eran preguntas que todos los turistas que estábamos allí nos hacíamos, y cuando digo "todos los turistas" me refiero a Carmen, a una pareja de japoneses y a mí, porque ya no había más gente.

Victoria y Carmen haciéndose preguntas sobre Torcello

 El jueves 23 era el día en el que dejábamos Venecia, y así le dijimos adiós, mirando cómo las barcas se mecían entre las aguas de los canales y la ciudad soportaba a los únicos turistas que vienen en el mes de enero, los japoneses.
Próximamente en Venecia
¡Hasta la próxima!
Besitos, Victoria


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